Hay algo que veo en común en todas las personas con las que trabajo, sin importar la edad o la experiencia: el autoboicot.
Lo veo en quienes recién empiezan su camino profesional y dudan de si serán capaces de elegir o sostener lo que realmente quieren. Y lo veo también en quienes llevan veinte años de carrera, pero se frenan antes de dar un nuevo paso por miedo a no estar “a la altura”.
El autoboicot no discrimina edades ni jerarquías. Es casi una condición humana.
Porque cuando aparece una oportunidad, nuestro cerebro hace lo suyo: detecta el cambio, interpreta “riesgo” y, por instinto, elige quedarse en terreno conocido. Incluso si ese terreno ya no nos queda cómodo.
“Acá sé cómo es la cosa, más allá no tengo idea.” Esa es la lógica del cerebro cuando intenta “cuidarnos”.
Y claro, somos unos genios para justificarlo: 👉 “Ahora no es buen momento.” 👉 “Cuando tenga más experiencia lo hago.” 👉 “Primero necesito hacer un curso.”
Excusas disfrazadas de prudencia. Mentiras piadosas que nos mantienen quietos.
El autoboicot es un artista del engaño. Se disfraza de planificación, de sentido común, de “ser realista”. Y el resultado es siempre el mismo: seguimos en el mismo lugar, pero convencidos de que es por una buena razón.
La ironía es que, si usáramos la misma energía que gastamos en frenarnos para avanzar, ya estaríamos mucho más cerca de donde realmente queremos estar.
Y no, la salida no es “esperar a sentirnos listos”. Porque, lamento decirte, nunca vamos a sentirnos 100% listos.
La confianza se construye haciendo, no esperando. Ni haciendo un curso atrás de otro, esperando que esa confianza aparezca mágicamente entre lecturas y ppts. Porque la confianza llega en la cancha.
No hay fórmulas mágicas, pero sí algunas prácticas que funcionan:
Ponele nombre al enemigo. Identificá cómo se disfraza tu autoboicot: perfeccionismo, miedo, postergación, “todavía no es el momento”. Nombrarlo lo hace más visible.
Bajá las expectativas iniciales. No empieces con la versión perfecta de tu plan. Empezá con la versión posible. La acción imperfecta vence a la parálisis perfecta.
Medí avances, no solo resultados. Celebrá los pasos, aunque sean chicos: mandar una propuesta, pedir feedback, terminar un módulo.
Rodeate de impulso, no de excusas. Compartí tus objetivos con personas que no te compren los “peros”.
Agendá la acción incómoda. Ese paso que venís postergando: ponelo en el calendario. Si no tiene fecha, no existe.
Al final, la pregunta no es si vas a sentir miedo o dudas (porque eso es inevitable), sino: Qué vas a hacer igual, a pesar de ellas?
Cada vez que avanzás un milímetro, entrenás la parte de vos que confía más en tu potencial que en tus excusas.
💬 Y vos, cuál es tu truco favorito para boicotearte? Te animás a elegir una acción incómoda esta semana y hacerla igual?